He de decir que me ha costado horrores escribir siquiera cuatro líneas acerca de “Ciudadano Kane”. Pero lo llevaba en mente y tenía y debía hacerlo (para los que me conocéis, os habrá extrañado que haya sido antes de otra película de la que también da vértigo hablar: “Sunset Boulevard”). No sabía ni por dónde empezar. De una cosa me pasaba a otra. Tantas historias que me fascinan rodean a esta película que, en vez de escribir, he estado absorta dos semanas leyendo sobre ella.
Considerada como una de “las mejores películas de todos los tiempos” (en algunos casos “la mejor”), por infinitos rankings y por casi cualquier entendido en cine, es bastante difícil hablar sobre ella. Todos alaban y vanaglorian sus aspectos técnicos convirtiéndola, no solamente en una obra de entretenimiento sino, también, en una obra de arte de las técnicas cinematográficas: los efectos especiales con Truca, los encuadres y composiciones de los planos, el plano secuencia, el montaje de profundidad, los grandes angulares, el uso de la luz y de las sombras, su técnica narrativa…
Y aunque, Orson Welles, técnicamente no inventó nada, (los flashbacks ya se habían utilizado en películas como «Cumbres borrascosas« en 1939 de William Wyler , la profundidad de campo ya la había usado Jean Renoir, el empleo de claroscuros en la fotografía, muy Murnau y Lang), utilizó todas las técnicas y recursos formales existentes entonces para combinarlos de una forma soberbia e innovadora, creando así un nuevo estilo de hacer cine. Quizás puede que personalmente lo que más me maraville, sea la utilización del sonido, creando atmósferas y emociones.
Welles fue de los primeros en emplear una técnica llamada lightning-mix (continuidad de palabras y banda sonora, pero no de la imagen, uniendo así secuencias y logrando una narración sin cortes), de introducir técnicas radiofónicas, de empalmar y solapar diálogos (lo cual no se hacía, ni en el cine, ni en el teatro, para que los diálogos de los personajes no se pisaran los unos a los otros y, aunque este recurso se le atribuye como una innovación a Welles, Howard Hawks ya lo había hecho antes en «Luna Nueva« 1940 y anteriormente Lewis Milestone en «Un gran reportaje« ). También fue pionero del J-cut, en el que, al finalizar una escena, se introduce el sonido de la escena siguiente antes que la imagen.
En un ensayo de 1967, el cineasta François Truffaut escribió:
“Muchos cineastas saben lo suficiente para seguir el consejo de Auguste Renoir de llenar los ojos con imágenes a toda costa, pero solo OrsonWelles entendió que la banda sonora tenía que llenar los oídos de la misma forma.»
Pero no me apetece hacer una tesis de grado sobre técnica cinematográfica.
Me ocurre que, en cuanto oigo “Ciudadano Kane” quiero hablar de Orson welles, Charles Foster Kane y William Randolph Hearst, de Marion Davies y Susan Alexander, de Mankiewicz, de Louela “Cruella” Parsons, de Hedda Hoopper, de Rosebud, de Xanadú, de la guerra de cuba, la prensa amarilla, de Charles Chaplin… de la guerra de los mundos, del Mercury Theatre…hay tantas historias que rodean a todos los personajes (ficticios y no) de esta película, que en fin, da para alguna que otra entrada más en el blog y poder así desmenuzarla de una manera más sistemática y concienzuda.
Así que, mejor, comienzo por el principio.
«CIUDADANO KANE» («Citizen Kane», 1941) fue la primera película dirigida por Orson Welles, con tan solo 25 años y,tras el pánico colectivo que causó, con la adaptación radiofónica de «La guerra de los mundos« de H.G. Wells, en la que unos marcianos aterrizaban en Nueva Jersey. La RKO le dio carta blanca, para tener control absoluto sobre una producción, algo inaudito hasta entonces. “Citizen kane” se rodó en 1940, en el más absoluto secretismo.
La película comienza con la muerte de Kane y la palabra que pronuncia antes de morir: “Rosebud”. A partir de ahí, un periodista, inicia una investigación para recomponer su biografía, y qué quiso decir con esa palabra.
El poder de la prensa, la hipocresía política, la ambición y el control absoluto de los bancos, el sistema capitalista, la inocencia perdida, el ansia de poder y de codicia desmesuradas, los sueños del pasado en los que, la felicidad, era simplemente un trineo de madera. De todo ello trata “Ciudadano Kane” pero también, quizás – y digo quizás, porque Welles y Mankiewicz, el guionista (de cuya relación también comentaré en próximos episodios), hablaban de otros poderosos millonarios y sus protegidas, en los que se habían inspirado –, es la biografía solapada de uno de los mayores magnates y manipuladores de medios de la prensa: William Randolph Hearst.
La historia de este hombre siempre me ha impresionado de sobre manera. Fue el gran amo de los medios de comunicación estadounidenses.En los años 30 llegó a ser propietario de veintiocho diarios y dieciocho revistas. Hearst fue el inventor del periodismo amarillo y el paradigma del poder de los medios de comunicación, los cuales pueden crean guerras, y difundirlas al gusto del consumidor, en horas de máxima audiencia y a su medida. Todo vale para tener más audiencia o ventas.
Cuenta la leyenda que, su corresponsal en Cuba, le informó de que no había demasiados motivos allí, para echar leña y crear un inexistente conflicto con España, a lo que Hearst contestó: “Yo voy a poner la guerra, una guerra con la cual se pueda mantener despierto el interés de los lectores”.
Y efectivamente, así fue: propició La guerra de Cuba. (Hearst y el Sr. Joseph Pulitzer del New York World)
Pero hasta los personajes más desalmados tienen algún punto débil y, para William, fue la actriz Marion Davies, con la que mantuvo una relación durante treinta años. En “ciudadano Kane”, sería la cantante de ópera amante de Charles.
Marion no era ni muchísimo menos una mala actriz, pero el gran dignatario de los medios milimetraba cada paso en su carrera, presionando a los grandes de la industria, para hacerle papeles a su medida y organizando desmesuradas campañas de promoción como nunca antes se habían hecho.
Y la frase que todo el mundo se pregunta: “¿Una estrella nace o se hace?”. En éste caso, con todo el despliegue de medios a disposición de la Davies, nunca llegó a ser una estrella de las magnitudes que se esperaban. Y es que, a fin de cuentas, el público es el que manda. En mi opinión tanta protección e intento de encumbramiento tan desmesurado, perjudicó profesionalmente a la actriz. Aunque, por otra parte, siempre digo: “Oye, mala o buena, con o sin ayuda… sale en las enciclopedias de cine”.
Juntos, estos dos personajes, protagonizaron una de las historias más turbias y oscuras del Hollywood negro, en la que también estuvieron involucrados, al parecer, Charles Chaplin y la periodista Louella Parsons.
La historia es la muerte de Thomas Harper Ince, un actor, guionista y director de cine. En el certificado de su defunción se indicaba, como causa de la muerte, “un ataque al corazón”. Se incineró su cuerpo y su viuda marchó a Europa. Pero cuenta la leyenda que, fue Hearst, quien le disparó por equivocación a Ince.
En realidad, la bala iba dirigida a Charles Chaplin (¡sí!), al que había encontrado con Marion Davies en alguna situación íntima. Todo este episodio, lo pudo ver una joven periodista a la que Hearst silenció, otorgándole el máximo poder en las columnas de sus publicaciones sobre chismorreos de Hollywood. De hecho, Louella Parsons, fue la primera columnista de espectáculos de EEUU, con una influencia tal, que podía destrozar la carrera de cualquier actor con cuatro palabras escritas. Sus columnas viperinas, eran temidas en todo Hollywood. Llegaron a aparecer, estas columnas, en más de seiscientos periódicos de todo el mundo.
Su poder fue único hasta 1937, cuando Hedda Hooper, una actriz del cine mudo, apareció con su sádica columna «Hedda Hopper’s Hollywood», en el periódico rival de Hearst el «LA Times» (un apunte: Hedda Hooper aparece en una escena de “Sunset Boulevard” junto a Buster Keaton, H. B. Warner y Anna Q. Nilsson, en la que, los “muñecos de cera”, juegan a las cartas con Norma 😉 ).
Gracias a la Sra. Parsons, “CitizenKane” casi no se llega a estrenar, al enterarse del argumento y, de la “similitud” entre el personaje de Charles Foster Kane y el Sr. Hearst.
Louella murió demente, insultando a las estrellas de cine de las películas que proyectaban en el geriátrico. La gran Joan Crawford asistió a su entierro: “sólo fui para asegurarme de que estaba muerta”, aseguró. La sombra de estos dos bichos, todavía es alargada, no hay más que encender la televisión.
Como decía Truman Capote, acerca de ella:
«En el fondo, el descubrimiento de Louella Parsons es tan simple como demoniaco; la intimidad, lo más secreto de lo secreto, lo vergonzoso, hace que la cotidianeidad de las vidas ordinarias adquiera puntualmente relevancia».
Y todavía tengo pendiente hablar de la historia del guión de Mankievitz y Welles, de Rousebud, de Xanadú, de Robert Wise, OrsonWelles personaje y Joseph Cotten, y mas de Cruella y Hedda…
Si os interesa saber más sobre la guerra de Cuba y la manipulación de los medios por parte de estos dos especímenes, William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, un gran Podcast: ‘Pretérito imperfecto’: Estados Unidos nos declara la guerra.
http://www.ivoox.com/preterito-imperfecto-estados-unidos-nos-declara-guerra-audios-mp3_rf_1984883_1.html