Por Jou Lagerfeld
En cine, como en casi todo lo demás, los ingleses son gente muy rara. Frente al omnipotente y omnipresente cine norteamericano, el producido en las islas siempre se ha perfilado como uno de los de más calidad que puedan encontrarse, aunque mi discutible opinión es la del fan absoluto. Vayan pues unas líneas acerca de la etapa más brillante del cine inglés.
Partiremos de un statement absoluto: En cine, como en cualquier arte, para innovar es preciso conocer profundamente la tradición anterior. Para romper moldes, uno ha de estar muy familiarizado con esos moldes. Stein no hubiera escrito “A rose is a rose is a rose is a rose” de no haber estado hasta el gorro de leer sonetos en los que una rosa es belleza, inocencia, pureza, candor, etc., etc. Picasso no pinta a las señoritas de Avignon con esas caras tan raras porque no sepa dibujar: Todo lo contrario. Las manifestaciones rupturistas son perfectamente válidas, siempre que se sepa qué se rompe, por qué se rompe y cómo se rompe. ¿Por qué digo esto? Pues porque esto es exactamente lo que hace el Free Cinema. Teniendo sus raíces más profundas claramente fijadas en la tradición del mejor cine documental británico de los años 30 –Humphrey Jennings in mente – pero con otras influencias (bien aprendida la lección de los Vigo, Renoir, el neorrealismo italiano y las producciones de la c y The Archers con Michael Powell a la cabeza) el movimiento viene a ser una ruptura furiosa con todo lo anterior y al mismo tiempo refuerza la tradición.
Después de 1956 nada es igual en Inglaterra. El estreno teatral de la obra de John Osborne «Look Back In Anger« es el pistoletazo de salida de una gran revolución que venía fraguándose algún tiempo. Los años 50 en Gran Bretaña son una década de estancamiento, años donde la bien firme identidad inglesa comienza a resquebrajarse, ya casi perdidos los ideales de superpotencia colonial. La imagen de imperio se viene abajo. En este contexto sociocultural comienzan a hacer sus pinitos Lindsay Anderson, Karel Reisz, Lorenza Mazzetti y Tony Richardson. Ante las dificultades para obtener fondos y un lugar donde proyectar sus obras, Anderson sugiere la idea de agruparse bajo el epígrafe de Free Cinema y elaborar un manifiesto. Normalmente los manifiestos me inspiran, cuando menos, desconfianza, pero ésta es la proverbial excepción. Lo que en un primer momento era sólo un medio de llamar la atención y atraer público va a convertirse, en mi opinión, en el manifiesto más sincero, creíble y modesto de la historia del cine. Pasen y vean:
MANIFIESTO POR UN CINE LIBRE
Estas películas no se hicieron juntas, ni con la idea de mostrarse juntas. Pero cuando llegaron a juntarse, sentimos que compartían una actitud común. En esta actitud está implícita una creencia en la libertad, en la importancia de la gente y en la relevancia de lo cotidiano.
«Como cineastas creemos que:
Ninguna película puede ser demasiado personal.
La imagen habla.. El sonido comenta y amplifica
El tamaño es irrelevante. La perfección no es un fin..
Una actitud supone un estilo. Un estilo supone una actitud..»
Lorenza Mazzetti, Lindsay Anderson, Karel Reisz, Tony Richardson
Incontestable. Se sabe cuando una película es inglesa o no, al primer golpe de vista. Esto siempre ha sido así y el Free Cinema lo acentúa. Con su preocupación por lo cotidiano y la gente, se puede decir sin temor a resultar absurdamente obvio o esnob que el movimiento es Inglaterra hecha cine. No importa que dos de sus “fundadores”, Mazzetti y Reisz, no fueran ingleses. Tampoco lo era William Wyler y «El Coleccionista» es una soberbia película inglesa. De todos modos, y esto puede discutirse, creo firmemente que toda película hecha en Inglaterra desde 1953, año arriba, año abajo, es Free Cinema, al menos hasta cierto punto.
El movimiento va parejo a la aparición de los «Angry Young Men» , de un impacto brutal en el panorama literario y cultural inglés. Autores como el ya mencionado Osborne, Alan Sillitoe o Shelagh Delaney ponen patas arriba el país y nos muestran con crudeza pero con un sentido de la poesía de lo cotidiano rara vez igualado la dura realidad de la vida inglesa, de clase baja of course, sacando a la luz debates de índole no necesariamente socialista, sino sociológica. «Look Back In Anger «va a convertirse en una de las películas clave del movimiento, dirigida por Tony Richardson en 1959.Lo mismo pasa con «A Taste Of Honey« de Shelag Delaney, que lleva a la pantalla el hiperactivo director en 1961, o «Saturday Night,Sunday Morning«, novela de Sillitoe convertida en película por Karel Reisz en 1960, con un inolvidable Albert Finney de protagonista. Entre otras obras maestras, destacan «The L-Shaped Room« (Bryan Forbes,1962), «The Loneliness of the Long-Distance Runner» (Tony Richardson,1962), «This Sporting Life« (Anderson, 1963) o la hímnica «If…» (Anderson,1968), que se convirtió en uno de los mayores éxitos del cine inglés al ser premiada en Cannes y sigue siendo película obligada para la juventud inquieta, para los que fueron rebeldes alguna vez o querrían haberlo sido.
Mención aparte merece «» (1963), uno de los mayores éxitos comerciales y una de las obras más injustamente atacadas de Richardson. Se le atacó por dejar sus retratos comprometidos, duros y descarnados de la realidad contemporánea y pasar a defender una historia de época que, lógicamente, requiere una mayor sofisticación en el vestuario, una diferente puesta en escena, etc.,etc.,en suma; otro tratamiento: Pero, y me gustaría insistir sobre ello, los planteamientos y la actitud son exactamente los mismos.
Lo que Richardson vió, y aparentemente no vieron los que criticaron la cinta, es que Fielding -autor de la novela homónima en que se basa el film, publicada en 1749- es más moderno y más contemporáneo que Sillitoe o cualquier otro, y nos dice mucho más del presente que muchos autores considerados ”modernos”. La adaptación es modélica, una auténtica maravilla que, estoy seguro, habría sido muy del gusto del propio Fielding y de su coetáneo Hogarth. En resumen, todas estas películas y muchas más que por razones de espacio se han quedado sin mencionar y comentar como se merecen, deben ser vistas por cualquiera que se interese en Inglaterra, en el cine o en ambos, y dan una idea bastante exacta de lo que era la perfide Albion en esos años, además de ayudarnos a entender las claves de la identidad británica. Take me back to dear old Blighty…
Fantástica presentación. Excelente artículo. Comparto lo que dices al afirmar que cuando uno ve estas películas está viendo Inglaterra, pero la Inglaterra de la calle, la de los trabajadores, la de las familias que viven en las casas 2 up 2 down (2 habitaciones arriba 2 abajo), la de la gente que pasea por las calles con ropas sencillas…
¡Qué ganas me han entrado de volver a ver las que ya había visto y de ver las que todavía -muchas- me quedan!